Ayer se llevó a cabo la marcha «a favor de la familia» en varias ciudades de México. El éxito de estas movilizaciones va a depender, en última instancia, de a quien se le pregunte.

En un país tan apático como puede ser México, sin duda llevar a cabo una marcha multitudinaria puede ser un gran logro; dependiendo de la causa que, en este caso, al estar envuelta en el dogma, no tuvo falta de asistencia o, al menos, no mucha.

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En Nuevo León, un Estado con más de 4 y medio millones de habitantes, la marcha que se vio estuvo formada por alrededor de 10 mil personas que, pueden parecer muchas si uno, como individuo, se los encuentra de frente, pero a nivel porcentual o de proporciones, fue relativamente pequeña.

Sin embargo, el tema de la entrada de hoy no es tanto ese, sino el movimiento tras esta marcha.

Mucho se ha dicho que la convocatoria no tenía nada que ver con la homofobia, ni afectar negativamente a la comunidad homosexual, declaraciones que no sobreviven a una primera lectura de su propaganda y pancartas.

Este movimiento, como era de esperarse, ha encendido un debate que ha levantado un poco el polvo sobre lo polarizada que se encuentra nuestra sociedad en cuanto a estos temas… y lo ha hecho de una manera poco elegante o halagadora para los organizadores de esta marcha y sus simpatizantes.

Un poco de escrutinio en una nota del periódico El País sobre este movimiento dejó ver varias inconsistencias y mentiras en la retórica del movimiento y desnudó cómo gente que forma parte del mismo está dispuesta a inventar hechos con tal de legitimar opiniones que no encontraron ninguna base para sostener.

Todos estos cuestionamientos y la clara burla de una parte considerable de la comunidad en línea llevó a muchos defensores y simpatizantes del movimiento a decir que se coartaba su libertad de expresión y se fomentaba odio en su contra.

Lo anterior puso de manifiesto que muchas personas no saben ni entienden qué es o cómo funciona la libertad de expresión en una sociedad moderna, por lo que es propósito de este texto arrojar un poco de lógica sobre este asunto fundamental.

La libertad de expresión es un derecho que todos los miembros de una sociedad tienen de DECIR lo que quieran, básicamente ESE es el derecho, pero estos días muchas personas sintieron el fuerte latigazo social a sus posturas homofóbicas como un ataque a su libertad de expresarse.

El asunto pasa a ser que una vez expresada una opinión con libertad, opiniones contrarias pueden ser expresadas por quien no esté de acuerdo, lo que genera al portador de la primera opinión un derecho de réplica en una cadena que conocemos como DEBATE.

En un debate, aunque claramente todos tienen derecho de decir lo que piensan, el escrutinio de las opiniones existe (y dependiendo de la formalidad del debate incluso existen reglamentos y protocolos para llevarlo a cabo exitosamente), por lo que si alguien demuestra con argumentos que una opinión es errónea y la señala, con bases, como un absurdo lógico, esa persona no está cometiendo ningún agravio, ni está violentando ningún derecho a la libertad de expresión de quien intentó debatir con opinión más que con la razón.

La mayoría de las libertades generan responsabilidades y la primera responsabilidad de la libertad de expresión es entender que si se decide expresar una opinión en público, ese público también tendrá derecho de expresarse para cuestionar esa opinión y, en esa dinámica, quien no se preparó con hechos y argumentos corre un grave riesgo de salir humillado, dependiendo de la necedad con que abrace las opiniones que tiene y rechace los hechos que se le presenten.

Ser humillado en un debate público no es agradable y crea mucha frustración, pero debe saber entenderse que es algo merecido si existe cualquier pretensión de insultar la inteligencia ajena con agravios como:

-Nuestra marcha no es en contra de los homosexuales (el objetivo de la marcha era impedir la inminente reforma que les daría derecho de casarse y adoptar).

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-Nuestra marcha es a favor de la familia y sus derechos (de la puerta de cada hogar hacia adentro cada adulto a cargo de un niño sigue siendo quien tiene el criterio definitivo sobre los valores, la moral y las ideas que se le inculcan. Del mismo modo, ningún derecho existente en las familias se ve amenazado. Todo ello sin mencionar que su propaganda atenta contra las familias que por cualquier razón se han salido del molde).

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-Disentir no es discriminar (disentir es una opinión diferente. Marchar para sabotear los esfuerzos de otros por su igualdad es mucho más que disentir, es perseguir activamente que otros no tengan aquello de lo que el disidente goza).

-La figura del matrimonio entre hombre y mujer es sagrada (el matrimonio «sagrado» es el religioso; el matrimonio civil es una figura de unión que no es realmente avalada por las iglesias. No existen y es poco probable que existan en un futuro planes para forzar a cualquier iglesia a efectuar bodas entre personas del mismo sexo, algo que sí atentaría contra su fe y sus derechos. Mientras tanto, hasta Cristo dijo «al César lo que es del César», ¿no?).

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Ante tales ataques disfrazados de buenas intenciones, falacias lógicas e insultos al intelecto era natural que quien ostentara dichas opiniones no saliera bien parado en ningún debate, lo que llevó a muchos de ellos a quejarse de que no existía tolerancia para su intolerancia (no con esas palabras, pero básicamente así es).

Finalmente. Mucho de este debate se centra en verdades a medias, como muchas ya comentadas, pero otra viene a ser el hecho de legitimar la intolerancia homofóbica al decir que «es solo otro punto de vista que debe ser respetado» y no, precisamente porque el meollo del asunto con respecto a la crudeza de la libertad de expresión es que todos deberíamos estar dispuestos a dar la vida por conservar el derecho a ella, por eso es peligroso permitir el engaño de que «libertad de expresión» equivale al «respeto a todos los puntos de vista», por errados e incoherentes que sean.

Seamos claros. El respeto lo merece el derecho de decir, no necesariamente lo que con ese derecho se dice. ¿Más claro? Va: El derecho a la expresión es sagrado, pero la expresión dada debe ganarse ese respeto por sí misma o, de otro modo, prepararse para la otra cara del derecho a la libre expresión, la responsabilidad de saber que quien nos escucha tiene derecho de expresarnos con lo que piensa con la misma libertad… y si no nos avalan los hechos, la irresponsabilidad de usar nuestro derecho sin pensar nos puede salir social (y merecidamente) cara.

Respetemos el derecho de todos a abrir la boca, pero cuestionemos cuando sea correcto lo que sale de ella y aprendamos que el derecho de decir lo que queramos viene con la responsabilidad no decir cualquier tontería, especialmente en la era del internet y sus latigazos sociales.

Y a los que simpatizantes del movimiento «a favor de la familia» solo puedo externarles mi deseo de que entiendan estas verdades básicas y las apliquen a su discurso, pues han estado totalmente ausentes del mismo. No pueden enfrentarse a una minoría que busca la igualdad solo porque ustedes no quieren que otros tengan libertad y esperar que se les trate como si ambos bandos tuvieran causas igual de válidas. Es como poner al mismo nivel al que se fracturó la quijada corriendo y quien le metió el pie. Víctima y victimario no pueden ponerse a la misma altura, tengan la decencia de aceptar su lugar en el debate en lugar de portarse como si las víctimas fueran ustedes.

Gracias por leer.