El Titanic político en Nuevo León (y más allá…)

A ver, méndigos, después de una larga ausencia, este espacio se reactiva, aunque nadie le interese; lo que es mejor, porque así tampoco estorban. Este es un texto sobre la cada vez más cercana elección a la gubernatura del estado de Nuevo León, que espero les guste, pero que si no les gusta, pues ni modo, algunos prefieren el ajo en su comida, otros no.

Y es que han de disculpar (si quieren, si no, ni hablar) que en un texto sobre Nuevo León se comience hablando de Estados Unidos, pero hay que meterse a la mugre para entender el pozo al que estamos cayendo tan rápidamente y del que a veces es tan difícil volver, que muchos pueblos ya mejor ni lo intentan. Así que aventando la puerca al lodo, que anda ganosa…

Estados Unidos, el titan del mundo, desde hace poco nuevamente acompañado en el Olimpo de la influencia mundial de gigantes como Rusia o China que, aunque le hacen ruido, especialmente Rusia, no se atreven a destronarlo por las implicaciones que eso tiene (no por nada la deuda externa de Estados Unidos crece a cada día y episodios dignos de la constante palomita con mantequilla, como el drama del techo de la deuda, se han dado de un tiempo para acá). Sin embargo, la lucha por el alma del mundo ha ido colándose lentamente a lo más profundo del bastardo en el trono que, como todo buen rey, buscaba imponer sus valores al resto del mundo.

Muchos textos podría arrojarles desde lo alto de mi balcón sobre cómo los esquemas de abuso hacia los países pobres por parte de las grandes corporaciones, el capitalismo y, especialmente, la doctrina neoliberalista (que es económica, pero se aplica casi como si fuera religiosa) se han colado al primer mundo paulatinamente. De hecho siempre han habido pequeños pollitos sin cabeza corriendo en círculos por cómo los grandes gobiernos solapan el robo que se hace por parte de esas corporaciones a los recursos naturales del tercer mundo, pero esa perspectiva localista siempre ha ignorado lo importante; ese saqueo es parejo y también los estadounidenses lo viven, cada vez peor. Los tiburones que se comen al mundo (empezando por las nalgas, que cómo les han durado y que ojalá no se las acaben, porque hay miemb… partes, que dolería más perder) no tienen nacionalidad y se comerán, sin dudarlo, la tierra de las barras y estrellas.

Se preguntarán qué tiene eso que ver con el ambiente electoral y, honestamente, es una pregunta bastante chingona, muy bien chavos, pero se responde de la siguiente manera: los intereses corporativos buscan, a través de meter su nariz, por no decir otra cosa, en los fondos de campaña de los políticos, comprar la lealtad de los candidatos y que, una vez electos, estos disminuyan las regulaciones, el escrutinio público y, en última instancia, las consecuencias y rendición de cuentas de sus, como dirían en Sudamérica, haladas. Es así, al menos en gran parte, que la política norteamericana, particular, pero no exclusivamente la representada por los republicanos, se convirtió en un circo.

(Photo by Drew Angerer/Getty Images)

La base del partido republicano fue «secuestrada» por grupos ultraconservadores, particularmente el llamado «Tea Party», que tiene fuertes intereses corporativos y representa una fuerza de voto considerable (o al menos eso hacen creer) en las elecciones primarias internas (en las que, de los pre-candidatos, el partido elige a su candidato oficial).

Lo anterior pone a los pre-candidatos en posición de querer coquetear y verse bonitos para esa base extremista, loca y a partes corrupta o sólo manipulada, pero a la que la lógica no parece importarle; por lo tanto, pueden verse candidatos republicanos cada dos y cuatro años que parecen tener esquizofrenia o hasta personalidad múltiple, por no decir que poco falta para que les salga espuma por la boca, y quizás de otros lados que afortunadamente no son visibles, pues antes de las elecciones preliminares de su partido llegan a atacar los presupuestos dedicados a asistir a los pobres, las artes o la educación (que llegan a representar menos del 1% de lo gastado en las fuerzas armadas en varios casos), que niegan o, como mínimo, dicen no estar seguros de la validez de conceptos como el cambio climático o incluso la evolución; y mejor ni hablar de áreas como la discriminación, las parejas homosexuales y los inmigrantes.

Sin embargo, al ganar la elección primaria, muchas de esas posturas se desinflan como marido tras la noche e bodas, y algunas incluso desaparecen de la plataforma de campaña de los candidatos, como muchacho puberto ante una prueba de maternidad positiva… al igual que la credibilidad de esos políticos, dañada por todas las ridiculeces que ya han sido registrados diciendo en cámara.

Ahora, en Nuevo León la situación no es igual, pero el nivel de ridículo es casi comparable. Allá en los «United», la órbita del diálogo gira alrededor de los asuntos importantes y cómo desviar la perspectiva de su validez si la audiencia (y el benefactor monetario en turno) lo amerita, mientras que aquí la órbita se mantiene, como es tradición, en los candidatos, pero no en quiénes son, qué tienen que ofrecer o, más válido aún, qué han logrado; no, no, el centro es su imagen, sus eslóganes y la retórica populista o digna de meme online con que sientan que pueden callar a los contrarios en un debate, sin mencionar la guerra sucia, oh, la guerra sucia.

Sin embargo, la idea no es decirle a nadie por quién votar, aunque es importante entender que, en esta elección, la creación de una plataforma independiente, que sólo parece ser aprovechada por gente huyendo de la falta de oportunidades en sus partidos, es una BURLA digna de que sigan ganando los mismos, pues sin importar los nuevos colores que adopten los «indepes», ELLOS SON LOS MISMOS.

Igualmente, los partidos de siempre, con sus opciones representativas de los males ya de toda la vida conocidos, están presentes en el tablero. Es así que vemos a una Ivonne que representa ya una imagen cansada que contrasta con su edad y a un andamio priísta que, a pesar de su poderío e infraestructura, apenas puede aguantarla y no es que esté gordita, pero ese andamio poderoso donde está subida, se tambalea cada vez peor.

De un modo similar puede verse a un Felipe de Jesús que debió saber el tamaño del paquetote (sin intención de albur) que pedía cargar y que, como era previsible, le está resultando muy grande de sostener (en serio, sin intención de albur). Curiosamente, Felipe de Jesús es de esos candidatos a los que su partido amamantó como los independientes hubieran querido serlo; figuras del PAN nacional lo han arropado, tanto Gustavo Madero, como el propio ex-presidente Calderón, que representan a bandos en conflicto dentro del partido, por ejemplo. Aclarando que el hecho de que Felipe Calderón venga a Nuevo León a hablar de Jaime Rodríguez como antes lo hizo de AMLO no le hace al segundo ningún daño, todo lo contrario: «no me ayudes, compadre», bien podría haberle dicho Felipe de Jesús a su tocayo presidencial.

Por otra parte anda por ahí un «bronco» del que biblias podrían escribirse sobre todo lo que hace mal, pero que es fácil entender cómo todo se olvida gracias a lo poco que su equipo sabe hacer bien. Y es que cuando un candidato cambia la transparencia de recibir dinero del INE (fiscalizable y por todos conocido que viene de impuestos), por una dinámica turbia, nada transparente e ideal para el lavado de dinero, donde hasta se le ha grabado aceptando efectivo de personas humildes que bien pudieron comer menos esa semana sin esos billetes, todo bajo el entendido de que es más «honesto» recibir dinero que no se cuenta, ni se declara, de personas con esperanza, que el venido ya contado y fiscalizado, de las instituciones pertinentes, ¿será?

Y es que «corazón que no ve sí siente», pues si eso es lo que vemos del bronco, ¿qué nos estamos perdiendo? Y sin embargo, el uso de su equipo de las hijas ilegítimas de las mejores tácticas de mercadotecnia política de Vicente Fox y AMLO le está saliendo a pedir de boca, más aun cuando se conjugan con el uso de la palabra «independiente», que parece borrar cualquier capacidad crítica de la mayor parte de las masas que le siguen.

El caso de Fernando Elizondo, a pesar de ser tan representante de los males del PAN y su incluso mayor compromiso con la doctrina neoliberal que el mismo PRI, a través del pelón favorito de todos (lo juro, sin intención de albur, por ésta… también sin intención de albur), fue el que la implantó, es algo diferente, pues mucho se puede denunciar su proveniencia de una derecha que da preferencia los de arriba por sobre los de abajo en días donde, a diferencia de antes, los de arriba ya no ven por los de abajo (atrás quedó esa iniciativa privada humanista que dotaba al trabajador de todo lo que la ley aún no preveía, pues hoy sólo ve de qué más puede despojarlo para maximizar la ganancia); pero, al mismo tiempo, no puede ignorarse el reconocimiento que sus mismos rivales hacen de su capacidad.

Para los que disfrutaron de la TV de los 80’s, saltando a un ejemplo sacador de onda, pero efectivo, seguramente vieron alguna vez la serie Magnum P.I., protagonizada por Tom Selleck, sobre un rudo, pero relajado detective privado en las playas de Hawaii. En un episodio una joven da con Magnum para contratarlo y cuando éste le pregunta cómo lo localizó, la joven responde que fue con varios detectives y todos se presentaban como «el mejor en la isla», pero cada uno, cuando les preguntó quién era el segundo mejor, respondieron que Magnum lo era, así que concluyó que, el ego de todos esos changos aparte, Magnum debía ser el mejor para ser reconocido así.

Honestamente, es difícil saber si a tanto pueda llegar esta dinámica en el caso de Fernando Elizondo, pero sin duda es el único candidato elogiado por sus rivales y, aunque tanto la izquierda rampante como la derecha neoliberal han probado no funcionar (sin que el segundo caso parezca moverle a nadie la progenitora), es prudente parar oreja para los halagos que los políticos dedican a otros y no a sí mismos, especialmente en tiempos de campaña.

Y sea dicho con todas sus letras, es algo triste pensar que Fernando Elizondo pueda ser la mejor opción en la elección a gobernador para el estado de Nuevo León, por quien un servidor no metería las manos al fuego. Pero cada elección tiene un gallo y un menos peor… y ya dependerá de cada cerebro (y su conciencia) si se deja llevar por la masa sudorosa y pegostiosa que lo jala diariamente o si por una vez busca quedar bien consigo mismo y manda al diablo el hecho de votar por el que piensa que va a ganar, sea bueno… o bueno para nada.

La decisión final es de cada uno en un mundo que cada vez se va más al ya famoso rancho de AMLO, donde ni a empujones de lonja o jalones de otra cosa vamos a caber todos…

El siete de junio próximo el circo espera nuestra asistencia para ver por cuál payaso vamos a votar, ya sea el más inútil, el más triste, el que de miedo o el que sirva para algo, por poco que sea, en esta vida… y es importante tener una visión que trascienda etiquetas mercadotécnicas y se centre en LOS HECHOS, que siempre serán más simples de seguir que las corazonadas, o las promesas de dulces de pervertidos sexuales en camionetas sin ventanas a niños en la calle, que en realidad es el juego que los políticos y la población siempre han jugado, así que por favor, por una vez, no se suban a la camioneta… o por lo menos escojan la menos jodida, que en una de esas después de abusar de ustedes se los llevan a cenar.

Y de la candidatura a la alcaldía de Monterrey mejor ni hablamos, pero por favor pásenme una hebilla de cinturón, ¡porque se ahoga!

Gracias por leer.