París fue atacada el viernes, de una forma claramente inesperada. Casi 130 almas se apagaron ese día.

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El domingo, la ciudad de Raqqa, en Siria, conoció el fuego nacido de una recia venganza, parida de las ardientes entrañas del gobierno francés. Sin estar pensada, con inteligencia insuficiente y sin los objetivos totalmente claros.

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Francia ya había participado en bombardeos previos al grupo terrorista conocido como Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés), causante, entre otras tragedias, de las masacres que generaron la crisis de migrantes sirios y de los múltiples videos de decapitaciones y todo tipo de vejaciones violentas contra personas de occidente (entre ellos muchos periodistas).

Raqqa le sirve a ISIS, entre otras cosas, de camuflaje. El grupo terrorista, cuando es atacado por unidades terrestres de cualquier milicia, busca confundirse entre la población civil, logrando mantenerse indetectable una vez que abandonan sus cuarteles.

Por otra parte, de acuerdo a reportes de Al Jazeera, el bombardeo francés a Raqqa golpeó la infraestructura de la ciudad. Se vio afectada la red eléctrica y el suministro de agua a los hogares, sin mencionar que varios blancos civiles se vieron golpeados por la ira francesa en forma de misiles incendiarios.

Tragedia, tragedia por todas partes.

Aquí en México, el sábado, fue por muchos visto que la red social Facebook ya tenía una aplicación para dotar la foto de perfil de quien así lo decidiera con un filtro de colores que emulaba a los de la bandera francesa. Una muestra SIMBÓLICA de apoyo.

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Desgraciadamente muchos no supieron entenderlo así y todo aquel que mostrara cualquier tipo de solidaridad hacia el pueblo francés se encontraba con una dura pared de sarcasmo, cinismo, misantropía y una serie de reproches para con tragedias actuales y pasadas, tanto de México como de otros países; críticas que, en muchos casos, no tenían NADA que ver con la realidad.

Entre los reproches se listaba la falta de solidaridad para con la tragedia de los 43 normalistas de Ayotzinapa o con las decenas de miles de víctimas en la guerra contra el crimen organizado aquí en México; afirmación que parece ignorar el movimiento nacional que llegó incluso a los pinos en su momento a confrontar al mismísimo presidente Calderón, quien aún entonces falló al reconocer cabalmente su responsabilidad. Aparentemente los críticos del apoyo a Francia decidieron pasar por alto que el tema de los normalistas se mantuvo en la agenda por semanas o las muestras de solidaridad que pudieron verse dentro y fuera del país (con marchas y distintos homenajes al movimiento y a las víctimas en países como Francia, Inglaterra, Japón, entre muchos otros). Y sin embargo, cuando todo ello ocurrió, los ahora quejosos no apoyaron; algunos incluso calificaron a cualquier manifestante o solidario como revoltoso e igual se burlaron cuando así lo desearon.

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Otro reproche obedecía a la “conveniencia” de apoyar sólo a las naciones occidentales, “¿dónde estuvo el apoyo a Siria?”, preguntaban, en referencia a la reciente crisis de refugiados, también causada por los terroristas del Estado Islámico. Pero para preguntar eso, se hubiera necesitado ignorar a toda la gente que sí mostró empatía, que se solidarizó, que mandó sus buenas vibras y rezó por ellos. Incluso, cuando se manejó la posibilidad de recibir refugiados aquí en México, muchos de los que hoy parecen haber olvidado lo que pasó, se burlaron de quienes consideraron hacerlo; lanzaron insultos similares a los que esta vez dedicaron a quienes se solidarizaron con París: “Pendejos, México debe ser primero”, “¿Cómo quieren ayudar a los Sirios con todos los problemas que tenemos?”, eran algunas de las (menos indecentes) frases lanzadas por los cínicos, los groseros, los apáticos.

Aquellos que criticaron a los que se movilizaron en protesta por la violencia nacional y hasta se burlaron de ellos, ahora clamaban que era ridículo querer ayudar a alguien del extranjero teniendo “tantos problemas” y, claro, ellos no pondrían ni un grano de arena para lo de allá… o lo de acá. Pero lo peor es que aparte lo olvidaron… olvidaron que el tema se trató y, con flagrante ignorancia, le echaron en cara a quien se solidarizó con los franceses que por qué no se solidarizaron con los sirios, cuando sí lo hicieron, que por qué no se solidarizaron con los mexicanos, cuando sí lo hicieron.

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“Me burlo de los que usan los colores sin saber qué pasó”, decían otros, sin estar tampoco 100% informados, pero sabiendo lo necesario, que un ataque terrorista mató más de cien personas que se estaban divirtiendo un viernes por la noche, ¿qué más se necesita saber para solidarizarse? Se esperaría más empatía de un pueblo como el mexicano, que lo ha vivido en manos de criminales; más empatía de estados como Nuevo León, que aparte vivió la tragedia del casino Royale, en la que decenas de personas murieron quemadas en un atentado de criminales violentos, pero no, ¿para qué empatizar con alguien que acaba de vivir algo parecido?

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Después, las burlas crecieron, “dicen los franceses que gracias por ponerse los colores de su bandera en su foto de perfil, que unas cuantas más y todo estará bien”, “ya mero reviven los franceses muertos con sus fotos de perfil con los colores franceses”. Y dejen que un servidor sea con ustedes lo más claro posible: se necesita ser una clase muy especial de imbécil, estúpido, idiota, impedido mental y francamente PENDEJO para pensar que quienes se pusieron esos colores creyeron que los muertos revivirían o que de algún modo eliminarían el dolor de los franceses sobrevivientes con su gesto. No, señores, no se hizo como una solución, se hizo como una representación simbólica de apoyo, como el moño negro que usas en tu ropa, en tu puerta o en tu foto de perfil cuando muere un familiar, amigo o conocido, como ese abrazo que no puedes darle a alguien que quieres consolar. Sí, hay personas que tienen sensibilidades, sentimientos e intenciones, diferentes a las suyas… y el que no puedan relacionarse con ellas porque no las sienten, no las hace ridículas. Lo ridículo es tratar de estúpido todo lo que no se es capaz de entender únicamente porque no puede entenderse. Por tanto, quien pensara por un segundo que alguien creyó que resolvería algo poniéndose ese filtro de colores en la foto de perfil es realmente el tonto.

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A través de publicaciones propias y de terceros pude debatir con varias personas en este tren de pensamiento que, en algunos casos, llegaron incluso a insinuar que Francia se lo buscó, entre otras cosas, por lo ocurrido con la publicación satírica Charlie Hebdo, por dejar que se emitieran mensajes ofensivos para los musulmanes, mensajes que deberían haber sido ya prohibidos. Menudo absurdo es caer, en medio de una crisis de estas, o de cualquier otra, en poner en manos de la clase política el poder de la censura, de decir quién puede o no comunicar, de decir qué mensaje vale o no vale publicar. No, señores, la libertad de expresión es un valor sagrado de occidente y el momento en el que se renuncie a él, será el momento en que nos volveremos, voluntariamente, esclavos de un sistema manejado por gente que podría verse tentada a abusar de un poder absoluto. La libertad de expresión permite decir lo que se desee, sea correcto o incorrecto, inteligente o estúpido y su esencia se puede encontrar en la máxima atribuida a Voltaire: «Podré no estar de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a decirlo». DEBEMOS decir lo que sintamos que debemos decir, incluso estos muchachos apáticos, cínicos y equivocados, pero en el entendido de que el latigazo social ante mensajes mal o poco pensados, además de las réplicas y el ridículo al que lleve dicho mensaje inicial, serán tanto la consecuencia de la libertad de unos, como fruto de la libertad de los demás. Que tengamos derecho de expresar nuestras opiniones no quiere, ni querrá decir, que todo mundo ha de aceptarlas aunque no sean correctas.

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Entonces, regresando al punto: reclamaciones, recriminaciones y reproches basados en una percepción totalmente fallida del pasado fue el grito de batalla de parte de una generación, una parte que parece querer ladrar sus opiniones porque elige no pensar, porque elige atacar a todo lo que sigue una corriente, antes de saber o meditar si esa corriente tiene o no una justificación.

¿O será que se reclamaban a ellos mismos? Porque ellos, los quejosos, los cínicos, los burlistas… ellos fueron los que no se solidarizaron con los muertos del crimen organizado, ni con las muertas de Juárez, los normalistas de Ayotzinapa, los refugiados sirios o, las víctimas francesas o, recientemente, los civiles de Raqqa; ¿será que buscan proyectarse a sí mismos a una sociedad que claramente no representan, ni los representa a ellos? ¿O simplemente serán los imbéciles que parecen ser?

Hay tantos de ellos que bien podría haber una persona representando cada posibilidad aquí enumerada, además de las que ni a ustedes o a un servidor se nos hayan podido todavía ocurrir.

Pero esperemos, de la misma forma que esperamos que la gente inocente de Francia, Siria, Líbano, México y tantos otros lugares con tragedias en el mundo, puedan superarlo; esperemos que estos jóvenes se encuentren a sí mismos antes de que terminen por creerse la leyenda de que son estos intelectuales dotados, que no parecen saber hacer otra cosa que el ridículo, bebiendo de sí mismos tanto o más que quien en una fiesta ya se pasó de copas.

Gracias por leer.